En 1966, llegaba la Congregación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones al Carmen, pequeño pueblo del lejano Uruguay. Allí esperaban, con los brazos abiertos, a las Hermanas , sobre todo doña Haydé y el Sr. Kiko¸ quienes por su posición holgada y su corazón más grande aún, fueron auténticos ángeles de la guarda de la fundación.
La buena tierra hogareña y la magnifica semilla, que traían las franciscanas, hicieron germinar la vocación de Hermana Mª Luisa, que inició su entrega como aspirante en República Dominicana, y en unos meses, confirmada la llamada, ingresa en el Postulantado en la Casa Madre de Antequera.
Su perfil es el de una mujer de evangelio, con la sonrisa en el rostro y el buen humor en el alma, que nacen de la certeza del amor de Cristo esposo; y de cariño entrañable a las hermanas que Él le va regalando.
Maestra por los cuatro costados, que sabe sacar de cada niño lo mejor, ¡que eso es educar! Acompañante de los jóvenes, ¡tanto! que el tiempo de su estancia en su tierra, ya profesa, la lleva a ser encargada de la pastoral juvenil a nivel diocesano; y allí andan ahora sus grupos queriendo dedicarle una calle en el pueblo, en los espacios más transitados por los jóvenes.
Misionera todos los días del año y en especial preparando ese Octubre misionero que ponía a vibrar a todo el Colegio y a toda Marchena.
Cuando llegó el momento recio de la enfermedad, la vivió sin dramatismo, asumiendo, mientras le fue posible, mil y un servicios al Colegio y a la Comunidad.
Nunca se empañó su sonrisa, ni la bondad de su corazón.
Su último gesto de señalar con el índice al cielo es una invitación para todos a vivir con los pies en la tierra para servir cada día, pero con la mirada vuelta al cielo, como ella, buena hija de Madre Carmen; y así vivir la sabiduría de aprovechar el tiempo para lo único eterno: EL AMOR. (Colegio Santa Isabel, Marchena)
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