Sábado Santo, día del silencio, de la oración.

El cuerpo del Señor descansa en el sepulcro. El mundo entero está pendiente de ese sepulcro. ¿Será verdad que la malicia y las ambiciones triunfan en el mundo? ¿No hay justicia para los inocentes? ¿No podemos contar con la ayuda poderosa de Dios para liberarnos del poder del mal?

Necesitamos tiempo para meditar, para rezar, para arrepentirnos de nuestros pecados, superar nuestras cobardías y desconfianzas, para salir de nuestros egoísmos y refugiarnos a la sombra de la Cruz de Jesús.
Es también el día de la fidelidad. Cuando no está bien visto ser cristiano, cuando tantos se escaquean y se someten a la dictadura del laicismo, es el momento de decir “aquí estoy yo”, como Juan, como María, como el pequeño grupo de los verdaderos amigos de Jesús. De este pequeño grupo de discípulos valientes nacerá una sociedad nueva, la sociedad de la justicia y de la fraternidad, la sociedad del perdón y de la esperanza, la sociedad de los hijos de Dios. Un mundo nuevo por el que Jesús vivió y murió; el mundo de hermanos que Dios quiere, el mundo de hombres y mujeres renovados espiritualmente por la fuerza de la fe y de la presencia de Jesús que transforma nuestros corazones.
Esta noche hay que estar en la celebración de la Gran Vigilia Pascual. Tenemos que estar despiertos para celebrar el gozo de la resurrección de Jesús, es el triunfo de la verdad y de la inocencia, el triunfo del amor y de la esperanza, el gran triunfo de la vida nacida de las manos generosas de Dios. En esta vigilia recordamos las maravillas de Dios, renovamos nuestro bautismo, rezamos por el mundo entero, cantamos y aplaudimos al Señor resucitado, renacemos con Él a la vida verdadera y eterna del amor ilimitado en la casa de Dios.
El Sábado Santo es también el día de María, el día de estar con Ella, compartiendo su dolor y su soledad, aprendiendo de Ella la lección de la fidelidad, de la misericordia, de la confianza absoluta en la fidelidad de Dios. Con Ella rezamos por la salvación del mundo, con Ella velamos el sepulcro de Jesús y esperamos su resurrección.           
Diócesis de Málaga
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