Cuando nos llega el dolor y experimentamos la debilidad, la tristeza, la soledad, la incomprensión, intentamos evadirnos, huir, ¿por qué yo, si soy inocente?; pero entonces,
María vuelve nuestra mirada a
Jesús, y Ella se convierte en nuestra confidente, nuestro refugio y consuelo. María que podamos siempre
acoger y
consolar a los que acuden a nosotros en su dolor. María
siempre está atenta a las necesidades de los demás. Por eso hoy le pedimos que Ella nos dé un
corazón sensible a las lágrimas ajenas, una prontitud a consolar al que sufre, unas manos suaves para curar, unos
ojos limpios ante las necesidades de los demás, una voz que no se olvide pronto del dolor del hermano. María conoció en su vida, en grado difícilmente superable, el dolor: cuando pierde a Jesús en el templo, cuando Él se va de casa a predicar, cuando oye que consideran al
Hijo como loco, y finalmente en la
cruz… Podemos contemplar hoy a la imagen de la
Virgen de la Victoria. Ella está a nuestro lado para transmitirnos el sentido de la vida y para llevar alivio y consuelo a quien sufre.
Hoy le pedimos a María que nos enseñe y ayude a afrontar el dolor.
¡Madre de los que sufren, enséñanos a afrontar el dolor! Dios te salve María …
“¡Oh Jesús mío! Perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de tu misericordia”.
Rezamos juntos la oración: ORACIÓN DE SAN BERNARDO
Acuérdate, Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, pidiéndote ayuda, ha sido abandonado de tí . Animado con esta confianza, a tí también acudo, ¡oh , Virgen, Madre de las vírgenes! Y aunque con pena, porque tengo pecados, me atrevo a ponerme delante de ti para pedirte que me protejas y me enseñes a ser un buen hijo tuyo. ¡oh Madre de Dios y Madre nuestra!, concédenos esto que te pedimos.