La generosidad, camino a la felicidad

Todos sabemos y experimentamos que el amor es fuente de felicidad y la generosidad es una forma privilegiada de amar. Por ello, el camino más seguro a la felicidad es darse, servir, trabajar por la felicidad de los demás. En la lógica del tener, si uno da, pierde. En la lógica del ser y del amar, cuanto uno más da, más es, más se realiza; cuanto más ama, más se llena de amor. No olvidemos nunca que las dos cosas más importantes en la vida: amor y felicidad, sólo se consiguen dándolas. Si quieres llenarte de amor, da mucho amor. Si quieres alcanzar la felicidad, dedícate a hacer felices a los demás. Las personas generosas suelen ser felices, los egoístas viven encerrados en sí mismos, siempre insatisfechos, carcomidos por la envidia, la agresividad o por los celos. A todos nos embarga una gran alegría cuando ayudamos a otros, cuando nos sentimos útiles, cuando hacemos el bien, cuando somos generosos. Sin embargo, encerrados en nuestro egoísmo, nos empeñamos en recorrer las sendas de nuestra desdicha.
La generosidad da paz de conciencia, nos permite vivir en un estado habitual de optimismo, dibuja una sonrisa sincera en nuestros labios e ilumina la mirada con un brillo nuevo. Un adagio hindú reza: “Todo lo que no se da, se pierde”. Triunfa en la vida quien derrota el yo y se ofrece como un regalo generoso a los demás. Cada persona camina hacia su muerte llevando en sus manos sólo lo que ha sido capaz de dar.
Atrévete a vivir preocupándote por los demás, ocupándote de ellos, regalando sonrisas, saludos, palabras cariñosas y amables, sembrando vida, esperanzas, acercando corazones. Vive cada día como un regalo para los demás en los mil pequeños detalles que nos ofrece la vida. Sé amable, escucha intensamente, interésate en las cosas de tus familiares, compañeros y vecinos, felicítales por sus éxitos y logros, acompáñales y tiéndeles la mano en sus problemas. Cuando veas que alguien (chofer, cocinera, empleado…,) hace bien las cosas, díselo aunque no lo conozcas. Alaba, felicita, reconoce. Vive alegre y alegra, pues en el mundo hay demasiado dolor, soledad y aburrimiento. Haz que la gente se sienta valorada y querida. Evita toda palabra desestimulante, ofensiva. No permitas que la rabia, el desamor o la violencia de otros te arrebate la alegría y la paz del corazón. Derrota la agresividad y la violencia con dulzura y amabilidad. No amenaces, no grites, no insultes, no ofendas. Cultiva siempre palabras positivas, que estimulan, animan, sanan heridas, refuerzan la autoestima.
Si servir es un privilegio, pues “hay más alegría en dar que en recibir”, aprovecha las oportunidades de servir que te ofrece la vida y da gracias por ellas. Acepta también agradecido lo mucho que recibes de los demás y trata de responderles con generosidad.

Antonio Pérez Esclarín

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